Me desperté temprano, con el sonido de los cascos de los caballos.
Estaban pastando, muy pero muy cerca. Me pareció que era bajo la ventana de mi
dormitorio. Me levanté y salí a mirar. Había una cerrazón espesa, no se veía la
cortina de lambersianas, la que bordea el camino. Me encanta la niebla. Me quedé
mirando hasta que se levantó y entré a preparar un desayuno. Fue otro día muy
caluroso.
Julio volvió de tardecita, y lo invité a ir a la playa a
darnos unos baños. Aunque estaba nublado y ya estaba por ponerse el sol,
fuimos. El baño fue espectacular. Placer. El agua cálida, salada, bastante mansa, transparente.
No daban ganas de salir del agua, y nos quedamos un buen rato.
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