Jota pasó por
casa, me dijo que se iba a Maldonado a llevar a Christian. Que iba a la playa,
que volvía él solo manejando. Le dije que lo acompañaba, cómo lo voy a dejar ir
solo si no puede manejar. Las piernas no tienen fuerza, tiene los músculos
atrofiados –por la diabetes- los músculos de todo el cuerpo. Hasta hablar le
cuesta. Quería ir a la playa. Resulta que no era verdad que se iba a ir solo –siempre
le creo. Carmen y María iban a ir con él. Al final, nosotros llevamos a Christian a Maldonado, dejamos a
Karin en el sanatorio Mautone, pasamos a darle un beso al bebeio, nos
encontramos con Elena y nos dimos un buen chapuzón en el muelle –nuevo- de
Mailhos, zambullida, agua más que helada; y pasamos a darle un beso a mi madre.
Le trajimos una valija llena de cosas a la casa de la chacra. A la hora del
almuerzo, tomamos gazpacho helado. Fui a Piriápolis a ver si encontraba
nuevamente el canto de las sirenas pero no. El viento no era suficiente,
supongo. O las sirenas se fueron a alta mar.
Nochebuena y
cumpleaños en la casa de Marcelo. Increíble;
no llevé la cámara. La dejé en el bolso de playa –tampoco saqué fotos en la
playa. Por algo habrá sido, mi otro-yo interior funciona a la perfección,
siempre de acuerdo con mí-misma. Mi teléfono no saca fotos buenas, así que no
hice ningún registro y chau. Fue como siempre; mesa enorme con tablas de fiambres
y cantidad de comida. Como todos llevamos comida, y plato especialmente
pensados como exquisitos; se arman mesas
pantagruélicas, todo es demasiado. Ver tanta comida me saca las ganas de comer;
no sé qué elegir y como no puedo probar todo al final no como.
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